Siento tener que empañar (y sí, utilizo esa palabra a drede) este blog literario con una noticia así, pero aún no tengo listo mi blog personal y no tenía otro sitio donde escribirlo. Así que supongo que me perdonaréis. Creedme, estoy tan cabreada, que no os va a importar demasiado después de leer esto.
La cosa es que llevo varios días leyendo la indignación de la gente ante el nuevo anuncio de Telecinco para "avisar" de que le cierran varios de sus canales. Yo no lo había visto. Paso poco por casa y cuando lo hago tengo cosas mejores que ver. Total, que hoy ha querido el destino que me tope con el anuncio y me parece la frivolidad más aberrante que pueda emitirse. Un accidente de coche, cámara lenta e imagen congelada de dos mujeres siendo atropelladas, un hospital, una llamada... ¡han muerto! Música y un narrador que apela a conciencia de los espectadores...
¡NO, SEÑORES DE TELECIRCO! ¡SIMPLEMENTE NO!
No se puede jugar con los sentimientos de la gente de esta forma. Yo, gracias a Dios, no he sufrido un accidente de ese tipo ni nadie cercano a mí, pero si yo estoy indignada no me quiero ni imaginar la gente que sí que lo ha hecho. Me quedo corta si digo que quien haya sido el genio artífice de tal aberración merece irse a la calle a la voz de ya. Hay mil y una formas de mandar el mismo mensaje sin ser ofensivo, un déspota ni un inconsciente insensible. Con la cantidad de dinero que manejan, señores, ya podrían invertirlo en buenos profesionales de la publicidad y/o en un poco de humanidad. Lástima que sea una cualidad que se pierde fácilmente y se recupera muy tarde.